
Una historia no (necesariamente) es cine.
9 de Mayo, 2024
Tiempo de lectura: 6 minutos
9 de Mayo, 2024
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“Cada film no es más que un esqueleto literario envuelto en una cine-piel.” Dziga Vértov
El cine que más se consume a nivel mundial es el de Hollywood, una industria que innegablemente nos ha acostumbrado a devorar historias disfrazadas de cine. Inclusive, las películas más premiadas en eventos cinematográficos son otro tipo de artes disfrazadas de cine: videojuegos, teatro, música, cómics y literatura que se muestran en forma de “cine”. Antes definía el cine como el punto de convergencia de todas las artes, un lugar en donde todas las formas de expresión se juntan para lograr una armonía audiovisual fabricada para conmover de algún modo al espectador, incluyendo al mismo creador. Y que toda esta composición de artes mostrada en forma de película debía llevar siempre una columna vertebral basada en una historia adaptada u original. Como cineasta, el inicio de una idea siempre empezaba en la creación de una historia: mi película se va a tratar sobre una bruja que acecha a un pueblo o sobre un ladrón que se hace pasar por payaso para huir de la policía. Ya con la historia hecha, me atrevía a elegir los colores, los planos, la puesta en escena, óptica e iluminación para encarnar dichas historias. Al final, podía decir que, dentro del proceso de realizar esas obras, descubría el lenguaje cinematográfico en cada escena o acontecimiento dentro de las mismas. Estaba confundido.
Con más práctica y quizás en busca de llenar ese vacío que me dejan varias películas blockbuster que cuentan una historia disfrazada de cine, me puse a investigar y a disfrutar obras de maestros y maestras que no parten de una historia para crear una película, sino que su punto de inicio es la principal técnica que hace al cine diferente a las demás artes: la yuxtaposición entre imagen y sonido, el montaje. Esta idea de volver a la base de todo es una bomba que me saca totalmente de mi zona de confort. Siempre he admirado la forma de ser y el arte del maestro Dziga Vértov, cineasta polaco creador del Cine Ojo, quien afirma dentro de su manifiesto que “Nosotros protestamos contra la mezcolanza de las artes que muchos califican de síntesis.” (Vértov, 2005, p.59). Y lo que Vértov buscaba era la creación o descubrimiento de un alfabeto cinematográfico que no podía ser posible con la niebla y disfraz de tantas artes que se mezclan en las películas. Vértov filma la vida tal como es y utiliza sus habilidades de creación dentro de las decisiones como cineasta, de dónde ubicar la cámara para captar dichas realidades y ordenar los registros documentados de tal forma que el ritmo y efectos del montaje, logren evocar las emociones dentro del público.
Es así como veo que el uso de las historias dentro de las películas es un comodín que en estos momentos está matando al cine tanto de manera comercial como artística. Este facilísimo o zona de confort, hace que las grandes productoras inviertan millones de dólares en contar las mismas historias, con los mismos personajes, pero en formas distintas. “El cine no puede fundarse solo en una idea banal de contar historias, porque todo el mundo tiene una historia que contar y si uno va a cualquier multiplex se da cuenta de que todas las películas cuentan casi la misma historia y que los actores son casi los mismos o se parecen.” (Tarr,2020, p.37) Cuando vamos al cine o buscamos en plataformas de streaming, miramos pósters similares, sinopsis similares, personajes similares, la industria sabe que el público consume lo mismo de diferente forma y se ha apoyado en fórmulas que funcionan, netamente para vender y no crear obras cinematográficas, sino mero contenido.
Sin embargo, ¿qué pasaría si se comienza a hacer cine sin historias? Por un lado, quizás el público no lo acepte, pues está acostumbrado a consumir historias en la gran pantalla y eso nadie le puede quitar. Por otro lado, es casi imposible pues “incluso cuando uno ve una imagen abstracta hay una historia dentro de ella. El cerebro humano genera conexiones y extrae una historia siempre.” (Apichatpongweerasethakull, 2020, p.175) Entonces, ¿qué hacer? Esta pregunta no debe provocar enojo, tristeza o frustración en el o la cineasta, sino más bien libertad y esperanza dentro de su arte. Le da la oportunidad de experimentar dentro de su técnica para crear algo totalmente nuevo y fiel al séptimo arte. Recordar constantemente que el cine no es contar una historia, sino evocar emociones o sentimientos a través del montaje audiovisual. Que dentro de un sólo plano puede haber más movimiento que en la combinación de cien planos en distinto ángulo. Que entre los intervalos entre plano y plano, estamos despertando dentro del público incógnitas y respuestas que no pueden ser planteadas o respondidas más que en el magno evento de ver una película. Nos obliga a conocer más sobre nuestro arte y a liberarnos de la dictadura de la historia. Al no plantearnos la génesis de una película desde la dramaturgia, nos acerca a crear un cine más puro y honesto desde la imagen y el sonido.
“…Hitchcock construía sus películas bajo la pulsión del tema visual más que de la historia, la historia pareciera un vehículo para perseguir esas imágenes.” (Atehortúa, 2020, p.53) Que la historia sea sólo un recurso más, para que a través de nuestro propio lenguaje y del que la obra requiera, dejemos en las personas momentos inolvidables, llenos de emoción y encanto. Que dentro de nuestras obras no sea la dramaturgia la que tome más peso, sino el mismo cine sea ese ente que a través de su técnica, encuentre belleza y despertar. El storytelling, los puntos de giro, la creación de personajes son realmente importantes, pero no es el objetivo final. Para hacer un mejor cine, hay que regresar al inicio y buscar respuestas e inspiración dentro de las técnicas de nuestro propio arte. De esta manera, habrá una nueva revolución cinematográfica y el imperio comenzará a temblar, al darse cuenta de que sus fórmulas siempre fueron el inicio de su destrucción.
“El incendio mundial del arte está cercano. El presente es su muerte, la gente de teatro, los artistas, los escritores, los coreógrafos y demás jilgueros huyen, presos del pánico. En busca de un refugio, afluyen al cine. El estudio cinematográfico es el último bastión del arte. ” (Vértov, 2055, p.61)
Bibliografía: