Concierto para piano y supervivencia. Opus 1.


Escrito por: Alejandro Bedón

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Lunes 1 de abril 2024

Con cierto sentimiento de tranquilidad, Magdalena disfruta del frescor que el piso brinda a su abdomen.  La adolescente traza sobre un papel, un tanto anodino, para darle vida a personajes de ojos grandes que  parecen habitantes de otra latitud. 

Magdalena tiene la mano tensa. Una mueca desfigura su boca, que no se abre a pesar de que pasea su  lengua sobre los dientes. Busca perfección. 

Un ruido la saca del trance. Con cierto ataque de realidad, Magdalena suelta su lápiz, abre bien los ojos y  deja escapar un suspiro espasmódico, involuntario. 

Se levanta. Se acerca a la puerta de su cuarto. Se sobresalta con el frío de la madera al pegar la oreja.  Agudiza su oído y confirma qué pasa afuera. 

Una explosión de sangre se arremolina en su torso. Sus pupilas se dilatan. Hiperventila. Sabe que su padre,  vestido de juicio final, agrede a su madre con bofetadas e improperios. 

Las terminaciones nerviosas de Magdalena se contraen por una descarga de adrenalina. La chica levanta sus pómulos temblantes al darse cuenta que es el próximo blanco. 

Con cierto espasmo de esperanza se lanza bajo su cama, ahoga un estornudo, junta sus manos e improvisa  una plegaria. 

Santa Cecilia la escucha y la transporta a una habitación blanca. En medio hay un piano igual de pulcro. 

Con cierto arrebato de valentía, Magdalena azota semicorcheas en el teclado que se convierten en un gas  que se mete por su nariz. Suelta su cabeza hacia atrás y desata un crescendo que pondría nervioso a Edvard Grieg. Como un exorcismo, el terror es eyectado del cuerpo de Magdalena que suspira en el último golpe. 

Ese último estallido hace que vuelva en sí, bajo su cama. Con cierto fuego de valor sale de su escondite,  abre la puerta y mira a su padre. Él recibe la mirada de su hija y siente como si metiera sus manos debajo  de sus costillas. 

—¡Lárgate! —grita Magdalena. Su voz, un trueno. Sus ojos, dos candelas. Sus cabellos, un racimo de rayos. El hombre tuerce su expresión y sale de la casa con cierto ardor cardiaco. 

—Estamos a salvo, al menos por un tiempo. —dice Magdalena a su madre, mientras le entrega una  partitura—. Es un concierto para piano que escribí. 

Su madre ojea, ofrece una sonrisa y siente que el dolor abandona su cuerpo. Al menos por un tiempo.

Autor: Alejandro Bedón.

Concurso de Escritura Creativa 2024.

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