LA TABLA DE LA ABUELITA – Ambato, ciudad y memoria.


Escrito por:

|

Jueves 18 de mayo 2023

FINALISTA DEL CONCURSO DE ESCRITURA

Para hablar de Ambato hay que conocer su historia y adentrarse en su espíritu blindado de sus calles otrora empedradas con pishilatas, en sus casitas bien forjadas con sus portones de madera, donde emanaba el aroma a vida.

Cuna entrañable de la pluma y el pincel dorado de los tres Juanes que palpitan en el inquebrantable corazón del Ecuador.

Edgar, mi padre, ha usufructuado las bondades de esta tierrita linda, aunque ha tenido días y razones que menguaban su fe, la ausencia de su padre y la frialdad de su madre fueron reemplazadas por la acogida de sus abuelos Rosa y Remigio que lo apoyaron durante sus primeros años, en su casita en la Yahuira, que paraentonces era la frontera urbana, porque más arriba iniciaba el paisaje bucólico y en el otro extremo de la ciudad estaba el bullicio.

Al hurgar en sus pensamientos se reencuentra con lo que sentía al caminar por Miraflores: calles ataviadas de rosas y claveles que exhalaban sus aromas como caricias de bondad. En el norte, el centro se disfrazaba de ciudad con casas de dos pisos que ponían a prueba el avance de la arquitectura. La estación del tren, hoy edificio de la Empresa Eléctrica Ambato se encontraba junto a la terminal de buses y a la oficina de telégrafos.

En San Francisco estaba la lavandería comunitaria, donde muchas veces fue con su abuela, acarreando ropa ajena para lavar y ganar algún dinero. También estaba el camal, la cárcel y la estación de bomberos, junto a su escuelita, el tradicional Instituto Luis A. Martínez.

Recorría Ambato caminando o trepado en el “Pedro Infante”, el primer bus que circulaba por la ciudad, pero, lo que más recuerda es la “carrera de tablas” donde aprovechaba la topografía de su inigualable Yahuira; la dinámica era embadurnar tablas con sebo, subirse sobre ellas y calle abajo se ha dicho. Un día tomó prestado una tabla de la cama de su abuelita, jugó por horas sin percatarse de su regreso, ella se sentó en la cama a descansar y cayó aparatosamente al piso, caída que significó el castigo para el causante, y que de ninguna manera opacó el brillo de los felices momentos vividos.

Cada recuerdo de Ambato insufla el corazón de mi padre con vida, alegría y felicidad, que es como lo siente y añora a su jardín del Ecuador.

Por: Maira Alejandra Dávila González

Escanea el código