El cine de serie B en el desarrollo de una industria cinematográfica en Ecuador.


Escrito por: Zerebro Zombie

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Jueves 11 de enero 2024

“Los experimentos con gaseosa”, frase del famoso filósofo y escritor Eugenio D’Ors i Rovira, cuando un camarero derramó fino champagne sobre su chaqueta. Ahora, imaginemos que una superproducción es el champagne y el cine de serie B es la gaseosa. Muchos cineastas en el Ecuador invierten demasiado tiempo y dinero en películas casi personales, que muchas veces no llaman la atención del público que necesitan para recuperar o incluso obtener ganancias de su obra. Y como consecuencia, llega la frustración o el resentimiento hacia el espectador que rechaza esa película que tanto esfuerzo y dinero le costó al autor para verla proyectada en la pantalla. El cineasta no se da cuenta que es el ego la causa principal de su fracaso. Piensa que todos sus estudios, su método, sus ideas son suficientes para que sus obras alcancen la fama o el reconocimiento que espera. Y al no obtener lo deseado, abandona su arte para dedicarse a hacer videos comerciales para vivir. Renunciando a su desarrollo como cineasta y rechazando el aporte que puede brindar al cine local o incluso mundial. Es su ego el que le obliga a realizar sus experimentos con champagne.

Ahora, hablemos de la gaseosa. Una bebida que es producida para consumo de las grandes masas y que no necesita demasiado tiempo y dinero para su elaboración. Una bebida que es fabricada para venderse.

Producidas con presupuestos limitados, con repartos y equipos de segunda fila, y a menudo careciendo de originalidad y técnica, las películas de serie B eran producidas en masa tanto por los estudios como por productoras independientes, y fueron cruciales en el desarrollo estético y la viabilidad económica de las industrias cinematográficas de todo el mundo. (Parkinson, 2012, p.110)

El cine de serie B se creó para salvar la industria cinematográfica cuando las superproducciones dejaron de funcionar como se esperaba y por la aparición de la televisión, donde la gente prefería quedarse en casa que salir para ir al cine. Algo parecido a lo que está sucediendo en estos momentos gracias al streaming. De esta manera, muchas productoras optaron por realizar películas de géneros llamativos como el terror, cine policial, ciencia ficción, thriller y comedias picantes realizadas en tiempo récord, con poco presupuesto, recursos ajustados y que aseguraban la venta al público en pequeñas o grandes cantidades. Si una película de la productora no funcionaba, quizás la otra sí. El asunto es que no importaba tanto porque no se invertía mucho en ellas. Por lo tanto, mientras más películas se realizaban, cabían más oportunidades de obtener éxitos comerciales. Y quizás, al inicio todo era cuestión de seguir fórmulas y metodologías que funcionaban, sin dar paso a la creatividad e innovación.

Sin embargo, con el tiempo esto fue cambiando y dentro de las películas de serie B, se comenzó a introducir la idea del cine de autor en donde el cineasta tendría que usar todo su potencial creativo para realizar películas que se puedan vender con tiempo y recursos limitados. Pero sobre todo, creando su propio lenguaje que supera una simple cobertura audiovisual. Genios como Steven Spielberg, Francis Ford Coppola, Robert Rodríguez o Kevin Smith, comenzaron realizando películas de bajo presupuesto que luego explotaron como obras de culto o vendidas a grandes distribuidoras cinematográficas.

Y con esto, se prueba otra ventaja de realizar cine de serie B: el descubrimiento, definición y perfeccionamiento de la técnica cinematográfica. Cada autor debe perfeccionar su técnica a medida que realiza sus películas. Mientras más películas realice, más conocimientos sobre el lenguaje y la producción irá acumulando. Este hecho separa a un profesional de un amateur. Inclusive debe descubrir que no sólo debe descubrir su estilo en sus obras, sino que cada película tiene su propio lenguaje. Esto es lo que separa a un artista de un artesano.

En el Ecuador, el cine nace como modo de expresión, más no como un medio comercial del cual se puede crear un imperio. A diferencia de Hollywood o París, donde el cine nace como una idea de entretenimiento y ventas. El primer cineasta ecuatoriano, Augusto San Miguel, invierte toda la herencia de su padre para realizar sus películas. Obras que tienen su repercusión pero que, en la actualidad, no queda una sola copia de las mismas. Y Augusto San Miguel, termina sus días en la miseria y el desamparo. Él fue un artista, mas no un empresario. Y para hacer cine, para que exista una industria cinematográfica, se necesitan de estos dos factores: la parte artística y la comercial. Inclusive en nuestros días, para muchos artistas son dos caras que nunca pueden ir de la mano. Se piensa que cuando una obra tiene éxito comercial, deja de ser arte. El artista ecuatoriano siente una frustración enorme cuando no vende su obra, pero percibe una pena gigante cuando su obra se vende por millones. Es por ello, que opta en conformarse con tan sólo conseguir un espacio para exposición, donde pocas personas aprecian su trabajo o con una mínima suma de dinero que le permita vivir con lo justo. 

“No hago películas sólo para ganar dinero. Gano dinero para hacer más películas.” Lo dijo Walt Disney, artista y empresario cuya productora cinematográfica es quizás la más poderosa en nuestros días. Para que exista una industria de cine sólida en Ecuador, se necesita hacer más películas y para hacer más películas, se necesita más dinero. El cine de serie B es la manera más viable de establecer dicha industria por sus ventajas de mínima inversión en recursos materiales, pero que requiere una creatividad y métodos de producción que obligan al empresario y al artista a crear técnicas disruptivas e innovadoras de hacer cine. Los recursos digitales y el internet brindan al cineasta oportunidades infinitas de establecer una comunidad que demande constantemente sus productos y estén a la expectativa de lo que se producirá después. Es hora de dejar esa culpabilidad hipócrita de no querer ganar dinero con las obras artísticas, abandonar el ego de necesitar grandes recursos para hacer una película y ponerse manos a la obra, agarrar esa cámara vieja o incluso el celular y comenzar a hacer películas de bajo presupuesto de manera honesta y apasionada. Dejar de hacer experimentos con champagne y comenzar a producir gaseosa. No hay que preguntarse ¿qué puede hacer el cine por mí? Sino más bien: ¿qué puedo hacer yo por el cine?

ZEREBRO ZOMBIE 

Bibliografía:

• Parkinson, D. (2012). 100 Ideas que cambiaron el cine. Ediciones Blume.

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