ALBARICOQUE – Ambato, ciudad y memoria.


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Jueves 18 de mayo 2023

FINALISTA DEL CONCURSO DE ESCRITURA

Hago una parada frente a la Empresa Eléctrica de Ambato, el sol se encuentra en su punto de oro sobre la ciudad, misma hora en la que cientos de habitantes terminan su jornada laboral y comienzan el retorno a sus hogares o, a caminar como es mi caso, son las cinco y cuarenta de la tarde.
Empiezo a bajar por la zona del Mercado Central, se ofertan variedad de frutas en las veredas y llama mi atención la venta de albaricoques que, aunque escasa es muy apetecible, los compro de inmediato, prosigo y el olor a marisco inunda la cuadra; por las noches es muy bien sabido que es una zona donde la prostitución se esconde a la vista de todos.


Finalizo esa manzana y atravieso el Parque Cevallos, miro con especial atención su
emblemático reloj digital esquinero, el responsable de que mi juventud tenga las citas
más puntuales e inolvidables ahora grabadas en mi retina. La afluencia de gente, los
vendedores ambulantes, y las tiendas de tecnología ‘triple A’ son las flores que adornan
este jardín de cemento.


Mientras disfruto la fruta miro gente coterránea y extranjeros, todos con el mismo
objetivo, hacer de su día una ganancia, de cualquier forma y con cualquier método; para
mi el fin no justifica los medios, pero yo solo soy el narrador de esta tajada. Con estos
pensamientos flotando por Ambato he cruzado la Iglesia de La Medalla Milagrosa y me
acerco a uno de mis puentes favoritos.


Miro a la izquierda, derecha, y sí, es seguro cruzar. Tomo la vereda y veo de inmediato
el monumento al célebre escritor Juan Montalvo, es una pluma ubicada en forma
vertical de aproximadamente veinte metros de altura, grande como un árbol de capulí,
pero su significado valida su tamaño con creces.


Termino mis albaricoques y llego a Ficoa, veo gente local con el mismo objetivo, hacer
de su día una ganancia, de cualquier forma y con cualquier método, también hay frutas,
solo que estas llevan el nombre en letreros metálicos no comestibles.
Dos mundos en una misma ciudad, separados por cientos de pasos. Una misma ciudad
en la que habitan mil historias, una sola tierra que es el sustento para propios y extraños,
de cualquier forma y con cualquier método.

Por: Christian Marcial

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